Gairah: Un Sueño, Ella y Yo
La habitación estaba a temperatura como siempre. El aire acondicionado proporciona esta comodidad. El día había sido largo y mis ojos sentían cansancio. Recuerdo que leí el último de los correos electrónicos, y tras tomarme los medicamentos para el dolor, decidí terminar el día y recostarme.
Las sábanas
estaban frías, y el espacio del colchón se hacía más grande con el abrazo que sentía
de las almohadas. Respiraba profundo y lento. Sentía que se me erizaba la piel,
y la consumación del evento se hacía casi predecible. Mi piel la busca, y le anhelo
del alma se convierte la necesidad del ser. La soledad puede ser muy cruel,
pero en ocasiones, solo en ocasiones, la noche te puede sorprender.
La
complejidad del sueño es un misterio. Las imágenes, los sonidos y los eventos
que la mente es capaz de crear, son un secreto para la Ciencia. Pero nada para
mi es misterio, nada en esta noche para mi es un secreto. Al cerrar mis ojos,
el efecto de los medicamentos es una herramienta útil para trasladarme a ese
hemisferio…a esa nueva dimensión. Y allí no me encuentro solo. Ella me espera.
Y entonces allí, donde el sueño recuerda mis deseos, reconoce mi debilidad y me
recompensa de manera cuántica.
Su cabello
se mueve con la leve briza del océano distante. La cabaña se localiza en una
montaña con vistas a la costa, y donde el aire que se respira es puro. La veo
de espalda y esta desnuda. Ella admira las olas a lo lejos romperse en las
rocas, mientras que su piel brilla con los besos del sol. Me acerco de manera
lenta, y estoy tan cerca que huelo su perfume. Su cabello acaricia mi mejilla, cuando
de repente y sin poder contenerme, mis labios comienzan a besar su cuello. Ella
reacciona, pero permanece inmóvil. Su mirada aún hacia la distancia, mientras
mis labios se abren lentamente, transitando por su tibia piel. Mis labios
sienten el palpitar de su corazón, el cual se intensifica, y ella comienza a
respirar más profundo.
Aprovechando
el momento, me acerco más a ella, y nuestra desnudez se encuentran. Ella me
siente, y da un paso hacia atrás, con la intención de fusionarse con mis ideas.
Mi corazón late tan y tan fuerte al escuchar sus leves gemidos. No sé quién
siente más placer, si es ella, o soy yo. Pero sin perder tiempo, mi mano
derecha comienza a acariciar su hombro derecho, deslizándose hasta su mano, la
cual tomo con un fuerte apretón. Lo mismo hago con mi mano izquierda, y al
final del momento me encuentro sellado contra su espalda, sosteniendo con un
fuerte agarre ambas de sus manos. Son pequeñas y frágiles, pero han hecho mucho.
A medida
que sigo besando su cuello, paseo mi mano derecha por su vientre, y la deslizo
con amor por su pecho, al sentir la suavidad de su ser compartiéndome suspiros a
través de su piel. Sus ojos están cerrados, y sus gemidos ya no llevan timidez
alguna. Sus movimientos de cadera y el vaivén de su cabeza me intoxican, y sé que
de repente bailamos al ritmo del momento, y de un éxtasis que ambos extrañamos.
Siento fuego por dentro. Se me hace difícil contener el ritmo de mi respirar, y
mi pecho crece el doble con cada palpitar.
No puedo contenerme
más, y la abrazo. Yo la abrazo de espalda tan y tan fuerte que la virilidad de
mis pensamientos se convierte en la realidad corporal del momento, y ella lo siente…ella
lo sabe. Sus piernas comienzan a deslizarse poco a poco, como aceptando la invitación
del deseo, de la misma manera que su corazón en una ocasión se abrió para mí. Beso
su mejilla y la pruebo. Su sabor me da vida. Mis manos poco a poco viajan a través
de su cuerpo hasta llegar a su cabello, el cual sostengo con mis manos. Y
mientras beso delicadamente a boca abierta su pequeña oreja derecha, hago acceso
a su ser. Siento como se trinca delicadamente cuando todos sus sentidos la
alertan de mi presencia, y de cómo dos cuerpos de manera especial, se hacen
uno. Estoy en ella, me convierto por ese momento en ella.
Al acto físico
nunca hará justicia a lo que siento por dentro. Y es muy probable que es por
esto por lo que le llaman hacer el amor. Es lo único que siento mientras veo
cómo su piel comienza a brillar con un leve rocío de sudor. La pruebo una vez más,
y su sabor no solo me intoxica, pero me mantiene vivo. Me desespero con tanto placer
y con tanto amor que no puedo evitar tomarla por su cintura, y voltearla hacia mí.
Sus ojos se abren lentamente hasta encontrar los míos, y su sonrisa me invita a
continuar. Ahora mi cuerpo danza sobre el de ella, y el calor de nuestros cuerpos
se funden en una salvaje demostración de entrega física. Mi nombre sale de sus
labios una vez más, pero esta vez en voz alta. ¡Y la amo más por eso! Beso sus
labios sin dejar de moverme, y contemplo todo su cuerpo mientras sigo el ritmo
de mi danza.
Admiro su
cabello, sus manos, sus pequeños y delicados pies. Disfruto ver lo conectado
que estamos con cada movimiento y con cada suspiro. Y ella en ocasiones gime más
alto de lo usual. El movimiento de sus caderas y su abrazo pegándome más hacia
su pecho me deja saber que las nubes amortiguan nuestro pasado, y que el momento
nos recompensa con esta pasión. ¡La quiero, la sueño…la deseo tanto! Y aquí estamos
en este hemisferio nuestro, solo nuestro, convirtiéndonos en parte del otro,
para siempre. Beso sus labios y su cuello al moverme; me enloquece tanta
ternura, tanta energía. Ella se mueve con aún más fuerza, y entiendo que el
momento se apodera de ella.
Su piel se
siente caliente como la mía, y siento resbalar con el deleite de su cuerpo y de
lo bien que conectamos ella y yo. Nací para amarla…quiero hacerlo para siempre.
Día y noche. “No te detengas”, me dije al oído haciendo mi espalda suya con sus
uñas. Ya casi llega, ya es casi el momento de su estallido interno-corporal, al
igual que siento que se avecina el mío también. Aún
en medio de esto, el baile nos acompaña. Ella se mueve con más fuerza, y yo también.
Las olas rompen con intensidad en la distancia, y el sonido del impacto se mezcla con los gemidos de mi amada. Ella baila en placer, y yo junto con ella. Le digo, “te amo” y ella responde, “yo más.” Movimiento tras movimiento, y con tanto intercambio de energía, las nubes en el cielo azul se detienen en admiración, y el sol canta con sus rayos en sonido. Ella grita, yo grito. Ella me aprieta más fuerte, y yo la dejo. Me muevo con más intensidad mientras veo una ola que se forma a la distancia sobre el mar. Ella conduce los últimos minutos de éxtasis cuando poco a poco sube más y más, mientras yo hago lo mismo… más y más. Me muevo con más deseo, y ella grita con el mismo fervor. No sé quién lo disfruta más, pero ya ninguno de los dos se encuentra allí. Viajamos en este viaje de amor y de deseo, del sentimiento de dos cuerpos.
“No te
detengas”, me repite con suma autoridad de placer, y yo le respondo, “nunca”. Y
mientras siento que sus piernas me abrazan la espalda, reconozco el sonido de
la ola al romper contra las rocas y es en ese momento donde pierdo, brevemente,
la capacidad de respirar. Siento un escalofrío desde lo más profundo de mi ser
salir por mis poros. Y la luz solar identifica el momento. Ella grita, y yo la
acompaño. La esencia de mi ser y del amor que la acompaña, ahora transita por
todas las avenidas interiores de su alma y por disposición divina, ella y yo seremos
ahora uno para siempre. Siento como ella tiembla y yo tiemblo con ella también.
Recuesto mi cabeza en su pecho, y ella besa mi cabello. Siento sus manos acariciarme
la espalda, y su pierna reposar encima de la mía. Le digo “te amo”, y ella me reitera,
“yo más.”
Y en esa misma
posición nos quedamos dormidos, el tiempo suficiente para permitirle al sol
darle la bienvenida a la luna, y a una noche nueva llena de opciones. El océano
refleja el brillo de ésta en la distancia, mientras mi visión se empaña poco a
poco. El ambiente que me rodea se reduce de manera drástica y el sonido de la
alarma me advierte el final. La veo dormida a mi lado, y sin molestarla mucho
le beso en la frente. Me despido de ella hasta el próximo encuentro, hasta el próximo
sueño en que la pueda hacer mía una vez más. Ella siente que estoy a punto de
partir y sin abrir los ojos me dice, “te amo”, yo solo sonrío al simplemente responderle,
“y yo más.”
Espero encontrarte
en mis sueños una vez más.
¡Pronto!
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