Los Récords - Los Sueños de Fey

Soñé en una ocasión haber estado caminando por la vereda de un monte. Era en el atardecer. Me dirigía a una fiesta que me habían invitado. Me faltaba poco para llegar. Mientras caminaba, sin embargo, contemplaba las montañas alrededor. Note una en lo alto no muy lejos de donde estaba. Tenia una abertura en forma de una cueva. Entonces, comenzó una llovizna la cual se convirtió de inmediato en un fuerte aguacero. Sin pensarlo mucho, corrí hacia la abertura de esa cueva y entre en ella.

Mientras me protegía de la lluvia que era ahora caía bien fuerte, comencé a observar la estructura dentro de la cueva. Note que, al fondo de la cueva a una corta distancia donde me encontraba, había una grieta en forma de un rayo horizontal; no muy larga. Era un rayo de luz no muy intenso. La curiosidad me llevo a acercarme. Pude observar que dentro de donde procedía la luz había unos cuantos tallados que conectaban unos con otros, en forma de pasillos.

No había ninguna forma de lámparas o velas que justificaran la fuente de esta luz. Era como si la luz emanaba de las mismas paredes. Pude ver también, unas mesetas esculpidas en conjunto con el cuarto, en forma de escritorios. La terminación de estos muebles era bien hecha y pulida. Me preguntaba entonces, ¿Quiénes estaban allí y quiénes utilizaban estos escritorios? Tuve un fuerte deseo de estar en ese tiempo y momento que observa. Como por arte de magia, aparecí dentro de ese lugar y me encontré con unas personas vestidas de habito en color negro que cruzaban de un cuarto a otro, cargando con ellos unos panfletos. Una especie de récords.

Había otras personas de pie frente a los escritorios como si estuvieran examinando esos documentos o papeles. De pronto, uno de ellos se acerco a mi para presentarme a un joven vestido de blanco, con mangas largas y encajes; como la vestimenta de un ángel. Me dijo, “esta es la esperanza.” Había otro joven a su lado vestido de la misma manera, pero cuando se disponía a presentármelo, paso algo raro en la vereda en la que caminaba antes. La lluvia había cesado y me di cuenta de que a pesar de que había estado allí cuando comenzó a caer la lluvia, mi ropa estaba completamente seca.

Continue mi camino hacia donde me esperaban, y note que ya había oscurecido. La fiesta ya había comenzado. Al contarles a mis allegados amigos lo que me había acontecido de camino a este lugar, las amistades aun de confianza lo tomaron a broma y me tildaron de embustero.

 

Rafael Cortes González

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